Carlos, en el centro de la imagen, junto a sus hermanos.
Carlos, en el centro de la imagen, junto a sus hermanos.
ADMINISTRATIVO Y DIRIGENTE DEPORTIVO

Carlos Adrián Rudi: “Después de mi familia, el club lo es todo”

Creció entre el colegio Marianista y Ambos Mundos. Inició el tránsito a una carrera universitaria, pero consideró que su vocación no era allí. Por eso, decidió volver a Junín para desarrollarse en distintos oficios, trabajar en la gestión deportiva y formar su propia familia.

Digno ejemplo de esfuerzo personal y apego a la ciudad que lo vio nacer. Carlos Rudi nació, se crió y eligió a Junín como el lugar donde desarrollarse. Tuvo la posibilidad de estudiar en Buenos Aires, pero el amor por el club y a sus raíces fueron más fuertes para volver, improvisar un plan “B” y vivir otro estilo de vida.

En diálogo con Democracia, recordó su infancia en Ambos Mundos, compartió cómo se inició en el mundo de los oficios y brindó su mirada en torno a la gestión deportiva.

Infancia 

“Mi viejo era ferroviario y electricista; y mi mamá trabajaba en la administración en el Hospital Ferroviario. Hice la primaria y secundaria en el Marianista”, introdujo. 

Acerca de su infancia recordó: “Vivíamos en la calle. Una infancia como todos los chicos: jugábamos al metegol en el quiosco; íbamos a pescar; jugábamos barrio contra barrio; siempre estábamos en bicicleta; íbamos al complejo Marianista a pasar los sábados enteros”.

En tal sentido, resaltó el lugar ocupado por el “campito Sánchez”: escenario de largas tardes jugando al fútbol. Teníamos pica con otro grupo del mismo barrio, donde está el Foetra. También contra los de Villa, los que vivían por donde está la sede. Se armaban lindos partidos y había de todo. Se pasaban gratos momentos”, recordó. 

Y se lamentó: “Tenía los amigos de barrio, del club, y los del colegio. Hoy el campito se perdió todo y aprendimos muchos valores ahí. Nosotros no teníamos celulares y estábamos todo el día en la vereda y no respetábamos ni los autos. Hoy están todo el día con el celular”.

Además de la formación propia del barrio, a ello se sumó la educación institucionalizada que Rudi encontró en los clubes. De tal forma, jugó al básquet, en la categoría de Cebollita, en el club San Martín para, luego, iniciarse futbolísticamente en Ambos Mundos a la edad de 11 años.

“Siempre atajé. Hoy en día me cargan, me dicen el ´colibrí´ porque me suspendo en el aire, pero con el peso que tengo es imposible. Sigo jugando en el Senior en el +48. Son todos jugadores que compartí en la infancia”, expresó. 

Oficios 

A la edad de 18 años, Rudi, tuvo la posibilidad de mudarse a la Ciudad de Buenos Aires para comenzar su recorrido como estudiante universitario. Sin embargo, al poco tiempo de haber comenzado el Ciclo Básico Común en la UBA consideró que su vocación no estaba allí.

“En aquel momento, mis padres me dijeron ´estudiás o trabajás´. Ellos laburaban todo el día y me inculcaron la cultura del trabajo. Mis hermanos todos se recibieron: uno es profesor de educación física; mi hermana es maestra jardinera; y mi otro hermano es electricista y trabaja en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca”.

Sobre su corto bagaje académico recordó: “Tuve un primer año flojo; el segundo año apretaron las clavijas económicas y tampoco me gustaban los libros. La única materia que me quedó pendiente fue matemáticas”. 

En tal sentido, Rudi decidió volver a Junín y ser un emprendedor de un modelo de vida que iría definiendo con el transcurso del tiempo. Para eso, escogió, quizás inconscientemente, el camino del oficio. 

En el caso de Rudi, fue el rodillo y la pintura. Acerca de sus inicios en el rubro indicó: “Trabajé diez años en Antonello, en la sección de cortes de tela y, como salía a las 15.30, con gran parte de la tarde por delante, me la rebusqué y surgió este oficio ante la necesidad”. 

“Empecé de corajudo, aprendí y de las mismas pintureras me invitaron a hacer cursos y sigo. Arranqué y nunca paré. Pasó de una segunda opción a ser una fuente principal.

Siempre fui recomendado y me encariñé con el oficio”, manifestó. 

Su paso por el comercio Antonello lo dotó de herramientas y experiencia que luego le sirvieron para su desarrollo laboral en el colegio Marianista, lugar donde, anteriormente, había sido estudiante.

“Se jubilaba alguien en recepción y hablaron para que entre como administrador. Tuve dos entrevistas y me dijeron que sí”, señaló sobre el inicio de su vínculo laboral con el establecimiento educativo.

Y agregó: “Hace 8 años me dijeron si quería estar en mantenimiento también, es decir, jornada completa, por lo que realizo nueve horas por día”.

“Hago de 6 a 13; me voy a pintar; y vuelvo al colegio a hacer mantenimiento o lo que haga falta: barrer, pintar, podar una planta o acomodar el gimnasio. Salgo a las 20 y vuelvo a casa”, relató.

De tal forma, al día de la fecha, Rudi acumula 21 años trabajando en el colegio Marianista, sumado a la etapa como estudiante (lo cual representan 12 años más). Por ende, de sus 51 años vividos, 33 los lleva compartidos junto a esta institución.

En función a sus vivencias, resaltó: “El Marianista te deja muchas enseñanzas y recuerdos que quizás en otro lado no se ven. Los viajes a Córdoba: esa integración y los campamentos con Cari Mollier los recordás de por vida. Nos juntamos con compañeros y nos seguimos acordando de cosas y nos reímos”. 

“Mirá que me junto con varias personas importantes y de estatus, pero en la mesa somos todos iguales: el colegio nos enseñó mucho eso”, valoró y enfatizó: “He tenido muy buenos profesores: Mabel Gaviria fue profesora mía e iba a la puerta a charlar con nosotros. Silvia di Carlo también”. 

Deporte 

Además de los oficios, una faceta que define a Rudi es el deporte: su gusto por la práctica y, sobre todo, por la gestión deportiva. Mucho de ello, puede reconocerse, tuvieron que ver su padre y la figura de Edgar Aramburu: “El barrio entero en Villa Talleres iba a practicar a Ambos Mundos”, comentó. 

“El club me enseñó mucho, me dio muchos amigos y te inculca valores. Fue mi segunda escuela. Compartí con gente que no tenía zapatillas; el mate cocido en la merienda. Los grandes valores de la vida los aprendes en un club”, valoró.

Y consideró: “La primera escuela fue el Marianista que me enseñó a leer y escribir, pero el club es la escuela del deporte: no necesitás libros ni computadora, sino valores y convivencia en un grupo”. 

“Tenés chicos que son crack y otros no tanto, pero nadie te hace sentir menos. Somos un equipo, lo que más aprendí fue lo que nos inculcó Aramburu a nosotros”, añadió. 

Entre los principios de vida de Rudi está el amor infinito a Ambos Mundos y, como parte de ello, su compromiso con la gestión deportiva. 

“El club estaba fundido y con un grupo de exjugadores hicimos una cena en el club y ahí surgió la idea de ser dirigente”, contextualizó y comparó: “Estaba venido abajo y hoy creció una barbaridad: la bailanta estaba destruida, las inferiores desarmadas, llegamos a hacer una cena de 250 personas para comprar juego de camisetas a los chicos, agarraderas y lo que hacía falta”. 

Sobre su bagaje como dirigente deportivo narró: “Nunca dejé de estar en el club. Estuve tres años como presidente y 5 como tesorero. Yo respeto lo que decide el grupo siempre por un bien común. Cada vez está mejor el club gracias a Dios. Sigo estando y ayudando”. 

“Nunca me gustó ser presidente: no me gusta la tele, la radio o el diario. Le esquivo mucho, no me gusta expresarme para afuera”, reconoció. 

En el marco de este trabajo silencioso, Rudi contó cómo es trabajar en el “detrás de escena institucional de un club”. Al respecto, indicó: “Pese a todo lo que yo laburo, llega a fin de mes y estoy al límite: el club es plata, tiempo, sacrificio y la infancia de mis hijos. Pagás el precio de todo eso”.

En tal perspectiva, recordó una anécdota de lo que es su compromiso con la causa. “Una vez estaba en un cumpleaños, me retiré diciendo que estaba descompuesto y era mentira: un chico del club necesitaba que lo operen, lo llevé al hospital y lo volví a llevar a su casa. Cosas que no se ven, pero están. Y eso te hace sentir más orgulloso”, relató.

Respecto a su filosofía de vida señaló: “Siempre dije primero mi familia y después el club. Mi familia me acompañó siempre: mis viejos me educaron y ayudaron; y el club que me dio grandes amigos y satisfacciones en lo humano más que nada”.

Por otra parte, Rudi resaltó el desarrollo del fútbol local y el lugar ocupado por la Liga Deportiva del Oeste: “Es para felicitar el trabajo porque buscan mejorar la competencia y ayudar a los clubes cuando lo requieren”.

“Hay diálogo y eso es fundamental. Claudio Yópolo sabe del sacrificio que implica: llevabas un problema y te lo trataban de resolver. Me ayudó mucho”, enfatizó.

Visión de Junín

Nacido, criado y con presente en nuestra ciudad, Rudi es un fiel reflejo del afecto a su lugar de nacimiento. Al respecto, dijo: “Junín es todo para mí. Es una ciudad que sigue creciendo constantemente. Tienes todos los deportes: Sarmiento en la A, Los Miuras en rugby, tiene cuatro canchas de sintético hockey, un gran básquet, clubes peleando en categorías”. 

“La Unnoba es algo maravilloso: que se pueda estudiar acá es muy bueno. El tren con un buen servicio y horarios. Además, Junín te da amigos, la peña y el club. Tenés todo acá”, manifestó. 

Y concluyó: “El tema de las calles de asfalto habría que expandirlo un poco más. Luego, en iluminación y plazas, Junín está bien y ves que está creciendo”.

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